Un Viaje llamado Coaching

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domingo, 19 de mayo de 2013

La Proactividad como base de la Excelencia

Juan trabajaba en una empresa hacía dos años. Siempre fue muy serio, dedicado y cumplidor de sus obligaciones. Llegaba puntual y estaba orgulloso porque en dos años nunca recibió ninguna amonestación. Cierto día buscó al Gerente para hacerle una reclamación:
Señor, trabajo en la empresa desde hace dos años con bastante esmero y estoy a gusto con mi puesto, pero siento que he sido postergado. Mire, Fernando ingresó en un puesto igual al mío hace sólo seis meses y ya ha sido promocionado a Supervisor.
¡Ajá! -respondió el Gerente-. Mientras resolvemos este problema que me planteas, quisiera pedirte que me ayudes a resolver otro. Quiero dar fruta al personal, para el almuerzo de hoy. En el negocio de la esquina venden frutas. Por favor averigua si tienen naranjas.
Juan se esmeró en cumplir con el encargo de su jefe y en 5 minutos ya estaba de vuelta en la oficina.
Bueno Juan, ¿qué averiguaste?.
Señor, sí tienen naranjas para la venta.
¿Y cuánto cuestan?.
¡Ahhh…! no pregunté eso.
Bueno, ¿pero viste si tenían suficientes naranjas para todo el personal? – preguntó serio el Jefe.
Tampoco pregunté eso señor.
¿Hay alguna fruta que pueda sustituir la naranja?.
No sé señor, pero creo…
Bueno, -dijo el Jefe-, espera, siéntate un momento.
El Gerente tomó el teléfono y mandó llamar a Fernando.  Cuando se presentó, le dio las mismas instrucciones que le había dado con anterioridad a Juan y en 10 minutos estuvo de vuelta.
Cuando volvió, el Jefe le preguntó:
Bien Fernando ¿qué noticias traes?.
Señor, tienen  naranjas,  las suficientes para todo el personal y, si prefiere, también tienen plátanos, manzanas, kiwis y peras. La naranja está a 1€ el kilo, el plátano a 1,55€, la manzana a 0.90€ el kilo y el kiwi y el melón cuestan 3.75€ el kilo. Me dijeron que si compra fruta en cantidad, nos harán un descuento del 5 por ciento. He dejado separada la naranja, pero si usted elige otra fruta debo regresar para confirmar el pedido.
Muchas gracias, Fernando, pero espéreme un momento.
Se dirigió a Juan, que estaba boquiabierto y le preguntó:
Juan, ¿qué me decías?.
Nada señor, eso es todo. Muchas gracias.

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